Muchas veces al realizar un análisis de una muestra de un paciente, su resultado está alterado. Nos percatamos de ello cuando éste se encuentra fuera del intervalo de referencia biológico, no guarda relación con otros análisis que evalúan al mismo sistema biológico, o se encuentra señalado con una alarma por parte del instrumento empleado.
La gran pregunta que nos surge es:
¿El paciente presenta una alteración o nuestro sistema analítico está errado?
Para resolver esta interrogante y entregar entonces un resultado confiable hay que validar el resultado.
Realmente para validar, lo primero que realizamos es verificar que el sistema analítico se encuentre debidamente calibrado y controlado, con ello tenemos la certeza que el resultado alterado es atribuible al paciente.
Usualmente tendemos a repetir el análisis, pero si nuestro sistema analítico se encuentra debidamente calibrado y controlado, el resultado será similar. Por lo que repetir deja de ser un procedimiento de validación ideal.
Repetir nos puede ayudar en ciertas situaciones, como el confundir las muestras, razón por la que puede ser útil cuando sospechamos de ello.
Por ejemplo, revisas un frotis con morfología y diferencial normal y el resultado del hemograma es totalmente alterado. Aquí, lo más adecuado sería repetir los frotis, de la tanda de muestras.
Repetir no es un procedimiento de validación, pero puede ser útil en ciertas ocasiones.
Usualmente el resultado alterado se asocia con otros análisis que valoran al mismo sistema biológico o guardan una relación. En la química sanguínea y hormonas, estas relaciones, en conjunto con otros datos del paciente (edad, sexo, impresión diagnóstica, servicio médico), permiten lograr una validación.
Por ejemplo una hipoglicemia severa es posible de un paciente del servicio de terapia intensiva, pero improbable de un paciente que viene a control anual, a menos que sea diabético y descompensado.
Sin embargo, en algunas ocasiones el problema es atribuible al método de medición, ya sea porque es incapaz de medir de manera confiable la muestra o existan interferencias. En estos casos lo adecuado es analizar la muestra por un método de principio de medición distinto, libre de este inconveniente.
Un recuento elevado de leucocitos señalados por una alarma de eritroblastos, es un excelente ejemplo. En este caso hay que validar realizando un recuento de eritroblastos (que son contados como linfocitos), y luego una corrección del recuento, para entregar un resultado confiable.
Para la gran mayoría de los métodos existe una lista documentada de interferentes que debemos evitar, pero algunos de ellos dejan de ser fácilmente perceptibles en la fase preanalítica.
Para validar se requiere conocer las limitaciones del sistema analítico, los datos del paciente, además de la utilidad y relación médica del análisis.
Un recuento elevado de leucocitos que además presenta una alarma de eritroblastos, es un excelente ejemplo. En este caso hay que validar realizando un recuento de eritroblastos (que son contados como linfocitos), y luego una corrección del recuento de leucocitos, para entregar un resultado confiable.
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La validación de resultados es hasta ahora una labor exclusiva del profesional del laboratorio clínico, que requiere constante actualización, conocimientos, técnicas, pero sobre todo criterios.
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Alfredo Gallardo Acevedo
15 de junio de 2022
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